lunes, 1 de noviembre de 2010

El Hiyab

El uso del pañuelo (jimar) como parte de la vestimenta modesta (hiyab) ha sido ordenado por Dios en el Qur’an y la práctica del Profeta (Sunna).

Desgraciadamente, algunos individuos, por ignorancia, y por un intento de no ser “discriminados” por la sociedad en la que viven, hacen voluntario lo que Dios ha hecho obligatorio y permiten lo que Dios ha prohibido, ignorando que con esa actitud se ponen en posición de divinidades, y es a eso a lo que se refiere Dios cuando dice: “han tomado a sus rabinos y a sus monjes -y también al Ungido, hijo de María- por señores suyos junto con Dios, cuando se les ordenó que no adorasen sino al Dios Único” [9:31], de acuerdo a la narración (hadiz), transmitida por el Imam Ahmad, en que el Profeta dijo: “¿acaso no prohibían [los rabinos y los monjes] lo que Dios había permitido y permitían lo que Dios había prohibido, y les obedecían?”. También definió Dios a los creyentes verdaderos cuando dijo que “no temen la censura de quien les censure” [5:54].

los versos del Qur’an y los dichos del Profeta (ahadiz) en los que se toca el tema del hiyab, así como algunas narraciones en las que se ve claramente qué aplicación hicieron los Compañeros del Profeta del orden de utilizar el hiyab. También he señalado algunas conclusiones finales a las pruebas del Qur’an y la Sunna. Obviamente, el Islam (sumisión a Dios) es la religión que practicaron el Profeta a quien fue revelada su forma final y sus Compañeros; y no la religión como entienda cada uno las cosas, de acuerdo a sus deseos. Por ello dijo el Profeta: “que aquel que interprete el Qur’an en base a su opinión, tome su morada en el Fuego”. Y también mencionó, como recopiló el Imam at-Tirmidhi -al igual que la narración anterior- que la “secta” salvada del Islam sería “aquella a la que yo y mis compañeros pertenecemos”, es decir, la forma original de esta Religión. Por ello es de especial importancia mencionar, junto con los versos del Qur’an y los dichos del Profeta, otras narraciones de la Sunna en que se refleja el proceder de los Compañeros del Profeta.
He añadido a las evidencias del Qur’an y la Sunna (e.d. las pruebas irrefutables) lo que dijeron al respecto algunos comentadores clásicos del Qur’an y algunos eruditos (‘ulama).

El velo (hiyab) en el Qur’an

Di a los creyentes que bajen la mirada y que guarden su castidad: esto conviene más a la pureza; ciertamente, Dios está bien informado de lo que hacen. Y di a las creyentes que bajen la mirada y que guarden su castidad, y no muestren de sus atractivos sino lo que de ellos sea aparente; así pues, que se cubran el escote con el velo. Y que no muestren sus atractivos a nadie salvo a sus maridos, sus padres, sus suegros, sus hijos, los hijos de sus maridos, sus hermanos, los hijos de sus hermanos, los hijos de sus hermanas, las mujeres de su casa, aquellas que sus diestras poseen, aquellos sirvientes varones que carecen de deseo sexual, o a los niños que no saben de la desnudez de las mujeres; y qué no hagan oscilar sus piernas a fin de atraer la atención sobre sus atractivos ocultos. Y ¡oh creyentes, volveos a Dios, todos, en arrepentimiento, para que alcancéis la felicidad! [24:30-31]


¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las [demás] mujeres creyentes, que deben echarse por encima sus vestiduras externas: esto ayudará a que sean reconocidas y no sean importunadas. Pero [aun así,] ¡Dios es en verdad indulgente, dispensador de gracia! [33:59]


El velo (hiyab) en la Sunna

Narró ‘Aisha: “las esposas del Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- solían ir a al-Manasi, un extenso lugar abierto (cerca de Baqia en Medina), para hacer sus necesidades por la noche. ‘Umar solía decirle al Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-: ‘que tus esposas utilicen el velo’, pero el Mensajero de Dios no lo ordenó. Una noche Sauda bint Zam’a, esposa del Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- salió a la hora de la Oración de la noche, siendo ella una mujer alta. ‘Umar se dirigió a ella y dijo: ‘te he reconocido, oh Sauda’, y lo dijo porque deseaba con entusiasmo que los versos sobre el hiyab fueran revelados. Así pues, Dios reveló los versos del hiyab. [Bujari]

Dijo ‘Umar: “coincidí con mi Señor en tres cosas. Dije: ‘Mensajero de Dios, si tomáramos la Estación de Abraham como un lugar de Oración…’, y luego fue revelado: ‘…y tomad la Estación de Abraham como lugar de Oración’ [2:215]. Dije: ‘Mensajero de Dios, tanto la buena como la mala gente viene a visitar a nuestras esposas; si tan sólo les ordenaras llevar hiyab…’, y el verso del hiyab fue revelado. Las esposas del Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- se unieron en los celos, y yo dije: ‘quizás su Señor, si os divorcia, le dará a cambio esposas mejores que vosotras’, y así mismo fue revelado [Qur’an 66:5]. [Bujari]

Narró ‘Aisha -Dios esté complacido con ella-: “Asma’, hija de Abu Bakr -Dios esté complacido con él- vino a ver al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- llevando un vestido delgado, de modo que el Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- se giró y le dijo: ‘oh Asma’, una vez la mujer alcanza la edad de la menstruación, ninguna parte de su cuerpo debe ser vista a excepción de esto’, y señaló su cara y sus manos.” [Abu Dawud]

‘Aisha -Dios esté complacido con ella- solía decir: “cuando ‘que se cubran el escote con el velo’ fue revelado, [las mujeres] cortaron los talles de sus sábanas por los bordes y cubrieron sus caras con los trozos cortados”. [Bujari]

Narró Umm Salama, madre de los creyentes: “cuando el verso ‘deben echarse por encima sus vestiduras externas’ fue revelado, las mujeres de los que auxiliaron [a los que emigraron de Meca, e.d. de los ansar] salieron como si tuvieran cuervos sobre sus cabezas, con las vestiduras externas”. [Abu Dawud]

Narró Dihyan ibn Jalifa al-Kalbi: “El Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- trajo algunas piezas de lino egipcio fino, y me dio uno y dijo: ‘divídelo en dos; haz con uno de los trozos una camiseta y dale el otro a tu esposa para un velo’, y luego, cuando ya se había girado, dijo: ‘y ordena a tu esposa que lleve una prenda debajo y no muestre su figura’.” [Abu Dawud]

Usama ibn Zaid dijo: “el Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- me dio como regalo una tela cóptica gruesa que había recibido él como regalo de Dahiah al-Kalbi, así que se lo di a mi mujer. Más adelante, el Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- me preguntó: ‘¿por qué no vistes la tela cóptica?’, a lo que le contesté: ‘se lo di a mi esposa’. Dijo el Profeta -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- entonces: ‘dile que lleve un vestido grueso debajo de ella, pues temo que pueda describir el tamaño de sus miembros’.” [Ahmad, al-Baihaqi, al-Hakim]

Ibn ‘Umar transmitió que el Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- dijo: “en el Día de la Resurrección, Dios no mirará al hombre que arrastra su vestidura por arrogancia”. Umm Salama preguntó entonces: “¿qué deberían hacer las mujeres con sus vestiduras?”, y él respondió: “que las bajen un palmo”, a lo que ella replicó: “sus pies quedarían expuestos”, y dijo él entonces: “que las bajen [en la medida de] un antebrazo, pero no más”. [At-Tabarani]

Conclusiones de las pruebas del Qur’an y la Sunna

- El uso del velo (hiyab) es obligatorio, de acuerdo al Qur'an [24:30 y 33:59], y las narraciones de Bujari narradas por 'Aisha y por 'Umar.

- Parte de la modestia en la mujer, al igual que en el hombre, es que reduzcan su campo de visión, dejando fuera de este lo ilícito, y que guarden su castidad, de acuerdo al Qur’an [24:31].

- Las instrucciones respecto al cubrimiento de la desnudez (‘aura) son para la aparición de la mujer en público y ante extraños, debido a las excepciones mencionadas en el Qur’an [en 24:31].

- La utilidad en el uso del hiyab está en que (1) las mujeres serán reconocidas como mujeres creyentes y castas, no interesadas en conductas indecentes, y (2) eso evitará que sean molestadas, de acuerdo al Qur’an [33:59].

- Ninguna parte de la mujer debe quedar al descubierto excepto la cara y las manos, de acuerdo a la narración de Abu Dawud, narrada por 'Aisha. Algunas mujeres de los Compañeros del Profeta dejaron tan sólo los ojos al descubierto; algunas, sólo un ojo.

- La mujer, al igual que el hombre, no debe arrastrar sus vestiduras en señal de arrogancia pero, aún así, tampoco debe llevarlas a una altura que deje sus pies al descubierto (es decir, sus pies son ‘aura), de acuerdo a la narración de Ibn 'Umar, compilada por at-Tabarani.

- Es un requisito del hiyab que los miembros de una mujer, así como sus siluetas, no queden al descubierto, de acuerdo a la narración de Usama ibn Zaid, compilada por Ahmad, al-Baihaqi y al-Hakim; y la narración de Dihyan ibn Jalifa al-Kalbi, compilada por Abu Dawud.

- Los compañeros del Profeta entendieron el orden de utilizar el hiyab y lo llevaron a la práctica, hasta el punto de que las mujeres utilizaron sus sábanas para hacerse los velos, y cuando salieron a la calle parecía que llevaban cuervos sobre sus cabezas, de acuerdo a la narración de 'Aisha compilada por Bujari y a la narración de Umm Salama, compilada por Abu Dawud.

Lo que se ha dicho sobre los versos del velo (hiyab) en la exégesis del Qur’an (tafsir)

¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las [demás] mujeres creyentes, que deben echarse por encima sus vestiduras externas: esto ayudará a que sean reconocidas [como mujeres decentes] y no sean importunadas. Pero [aun así,] ¡Dios es en verdad indulgente, dispensador de gracia! [33:59]

- En cuanto a 24:31…

Di a los creyentes que bajen la mirada y que guarden su castidad: esto conviene más a la pureza; ciertamente, Dios está bien informado de lo que hacen. Y di a las creyentes que bajen la mirada y que guarden su castidad, y no muestren de sus atractivos sino lo que de ellos sea aparente [con decencia]; así pues, que se cubran el escote con el velo. Y que no muestren [nada más de] sus atractivos a nadie salvo a sus maridos, sus padres, sus suegros, sus hijos, los hijos de sus maridos, sus hermanos, los hijos de sus hermanos, los hijos de sus hermanas, las mujeres de su casa, aquellas que sus diestras poseen, aquellos sirvientes varones que carecen de deseo sexual, o a los niños que no saben de la desnudez de las mujeres; y qué no hagan oscilar sus piernas a fin de atraer la atención sobre sus atractivos ocultos. Y ¡oh creyentes, volveos a Dios, todos, en arrepentimiento, para que alcancéis la felicidad! [24:30-31]

Tafsir al Yalalayn:

…“y no muestren de sus atractivos sino lo que de ellos sea aparente”, es decir, la cara y las manos, que pueden ser vistas por un extraño, cuando no existe peligro de tentación, y esta es una de dos opiniones. La segunda es que [incluso mostrar la cara y las manos] está prohibido porque existe una presunción de que estas partes causarán tentación, y esta es la opinión preferida, en caso de que hubiera que zanjar el asunto. “Así pues, que se cubran el escote con el velo”, es decir, que cubran sus cabezas, cuellos y pechos con velos; “y que no muestren sus atractivos”, es decir, todo cuanto haya, a excepción de la cara y las manos…

Ibn Kathir:

Este es un mandato de Dios a las mujeres creyentes, y celo por Su parte hacia las esposas de sus siervos creyentes. También tiene como fin distinguir a las mujeres creyentes de las mujeres de la [época de la] Ignorancia, y de las acciones de las mujeres paganas. La razón para la revelación de este verso fue mencionado por Muqatil bin Hayyan, cuando dijo: “solíamos oír -y Dios sabe mejor- que Jabir bin Abdullah al-Ansari narró que Asma’ bint Murshidah estaba en una casa suya en Bani Hariza, y las mujeres empezaron a entrar sin sus vestiduras externas de modo que los tobillos de sus pies eran visibles, a parte de sus pechos y sus mechones. Asma’ dijo: “¡qué feo es esto!”. Y luego Dios reveló: “di a las creyentes que bajen la mirada”.

Al-Qurtubi:

Las mujeres en el pasado solían cubrir sus cabezas con el jimar, dejando caer sus extremos sobre sus espaldas. Esto dejaba el cuello y la parte superior del pecho al descubierto, al modo de los cristianos. Entonces Dios les ordenó que cubrieran esas partes con el jimar.

- En cuanto a 33:59…

¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las [demás] mujeres creyentes, que deben echarse por encima sus vestiduras externas: esto ayudará a que sean reconocidas [como mujeres decentes] y no sean importunadas. Pero [aun así,] ¡Dios es en verdad indulgente, dispensador de gracia! [33:59]

Tafsir al Yalalayn:

‘Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes, que deben echarse por encima sus vestiduras externas’ (yalabib es el plural de yilbab, que es un vestido que cubre a la mujer totalmente), en otras palabras, que estiren una parte de ella sobre sus caras, dejando un ojo, cuando necesiten dejar la casa para algo.

Ibn Abbas:

‘Deben echarse por encima sus vestiduras externas’ [significa] que cubran sus cuellos y pechos.

Ibn Kathir:

Aquí le dice Dios a Su Mensajero que ordene a las mujeres creyentes - especialmente a sus esposas e hijas, debido a su posición de honor- que dejen caer sus yalabib [plural de yilbab] sobre sus cuerpos, para que tengan una apariencia distinta a las mujeres de la Ignorancia (Yahiliyya) y de las sirvientas.

Lo que dijeron algunos eruditos (‘ulama) sobre el velo (hiyab)

Lo siguiente está citado en “ar-Radd al-Mufhim” del Sheij (erudito) Nasruddin al-Albani, en la introducción de su libro “Jilbaab al-Mar’ah al-Muslimah”.

Al-Baghawi dijo en su tafsir (vol. 3, p. 518): “[el yilbab] es la prenda con la que una mujer se cubre, llevada por encima del vestido y del velo”.

Ibn Hazm dijo (vol. 3, p. 217): “el yilbab en la lengua árabe en la que el Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él- nos habló, es lo que cubre el cuerpo entero y no sólo una parte de él”.

Ibn Hubayra al-Hambali dijo en su libro “al-Ifsah” que la cara no es considerada ‘aura en las tres principales escuelas de ley, y añadió: “también es una posición narrada del Imam Ahmad”.

E Ibn Qudama explicó en al-Mughni: “[la cara y las manos no son desnudez], debido a la necesidad que requiere que la cara esté al descubierto para comprar y vender, y las manos descubiertas para dar y coger”.

Y dijo Ibn Muflih en “al-Adab ash-Shar‘iyya”: “¿es correcto regañar a las mujeres casaderas si no cubren sus caras en la calle? La respuesta depende de si es obligatorio para las mujeres cubrir sus caras o si es obligatorio para los hombres reducir su visión en cuanto a ellas. Hay dos posiciones al respecto. En cuanto al hadiz de Yarir en el que dijo: ‘le pregunté al Mensajero de Dios respecto a la mirada repentina e involuntaria y me ordenó desviar la vista’. Al-Qadi ‘Iyad comentó: ‘los eruditos, que Dios -el Exaltado- esté complacido con ellos, han dicho que hay una prueba en este hadiz de que no es obligatorio para una mujer cubrir su cara en la calle. En lugar de ello, es una sunna recomendada para ella, y es obligatorio para el hombre reducir su visión hacia ella en todo momento, excepto por algún propósito legislado. Sheij Muhyud-din an-Nawawi lo mencionó sin entrar en mayor explicación.’”

El desarrollo del hiyab

A finales del siglo XIX empiezan a cuestionarse determinados aspectos del hiyab, en especial la tradición femenina de cubrirse la cabeza y, sobre todo, el rostro. En algunos lugares, el rostro cubierto había venido siendo un signo de distinción social, que diferenciaba a las mujeres urbanas de las campesinas (estas últimas llevaban la cara descubierta). Sin embargo, en estos años empiezan a considerarse estas prendas como símbolo de la exclusión femenina, de la no participación de las mujeres en los asuntos públicos.

Ello está muy ligado al proceso político que se está viviendo desde mediados del siglo XIX en algunos países islámicos. Los países más importantes de Oriente Medio (Egipto, Líbano, Turquía, Siria...) se hallan inmersos en una época de intensa actividad social, política, científica y cultural que globalmente se conoce como Nahda (renacimiento). Tras siglos de inmovilismo y aislamiento, el mundo islámico parece despertar e intenta inaugurar una nueva era que mira al mismo tiempo hacia Europa, su tecnología, sus valores ilustrados, etc., y hacia el pasado esplendoroso de la civilización araboislámica, con su intensa actividad artística, científica e intelectual. Es una época de optimismo, análoga al Renacimiento europeo, en la que se revisan las bases de la sociedad tradicional, entre ellas las de la religión.

Egipto está a la cabeza del proceso. Es en este país donde se producen los primeros cuestionamientos del hiyab y de la situación de las mujeres. En 1899 el escritor modernista Qasim Amin publica un famoso libro, Tahrīr al-mar'a' (la liberación de la mujer). Amin, partidario de la plena incorporación de las mujeres a la vida pública, considera que el hiyab es consecuencia y símbolo de su aislamiento y promueve el desvelamiento (sufūr), haciendo referencia sobre todo al pañuelo de muselina blanca (burqu) que velaba el rostro de las mujeres urbanas, tanto musulmanas como cristianas.

Sin embargo, la gran promotora del desvelamiento es Huda Sha'arawi, considerada madre del feminismo árabe. Al regresar de un encuentro feminista en Roma, se descubre la cabeza ante una multitud de mujeres reunida en la estación de El Cairo para recibirla. Es la chispa que incendia la pradera: mujeres desveladas se manifestarán en adelante por las calles de la capital egipcia reclamando su lugar en la vida pública, suscitando tanto el escándalo como la simpatía.
En Turquía y en Irán, será el Estado quien imponga por decreto el desvelamiento en las primeras décadas del siglo XX: tanto Atatürk como el sha de Irán estaban convencidos de que la modernidad pasaba necesariamente por el calco mimético de las costumbres occidentales, lo que incluía la vestimenta, tanto masculina como femenina.

En muchos lugares, el cambio de costumbres aparece de la mano de las luchas contra la colonización. Es el caso de los países del Magreb, como Marruecos. El atuendo tradicional de las mujeres urbanas marroquíes en la calle era el haik o jaique, una larga tela blanca que envolvía el cuerpo y la cara y restringía enormemente los movimientos. Aprovechando las convulsiones generadas por la movilización popular contra el ocupante, en los años 40, las mujeres de clase media empiezan a cambiar el jaique por la chilaba masculina y a participar en las luchas. (Al mismo tiempo, los hombres comenzarán a utilizar el atuendo occidental coronado por un fez, sombrero cilíndrico granate, a imagen de los nacionalistas egipcios y turcos). En lo sucesivo, la chilaba masculina, de colores sobrios, empezará a producirse en colores vivos, para mujeres, y se convertirá en la vestimenta femenina urbana más habitual. Las mujeres de esa generación se seguirán cubriendo la cabeza con la capucha de la chilaba y el rostro con el pañuelo blanco, pero en las décadas siguientes se generalizarán la cabeza descubierta y los atavíos europeos entre las clases medias

El auge del panarabismo y los movimientos análogos en los años 50 y 60, con su carga de laicismo y militancia política, dará más curso a la participación femenina en lo público e irá relegando cada vez más el hiyab. De este modo, en los 60 llevar la cara o la cabeza cubiertas era un fenómeno minoritario, salvo en países que se habían mantenido al margen de las convulsiones políticas del siglo, y en especial aquellos en los que la práctica del islam estaba ligada al wahhabismo (Arabia Saudí y otros Estados de la zona).

En los años 1970 y 80, y hasta hoy, el hiyab resurge con fuerza en una forma nueva: un tipo de pañuelo que cubre completamente la cabeza y el cuello y al que a menudo se da también el nombre de hiyab (o velo islámico, en las lenguas occidentales).

La reaparición del hiyab de nuevo corre pareja con los acontecimientos políticos. Su relegación en las décadas anteriores coincidió con una etapa que en términos generales podría llamarse de esperanza: las descolonizaciones, los experimentos democráticos, la búsqueda de la unidad en los países árabes, la tímida bonanza derivada de las rentas del petróleo y de las reformas sociales, la educación, etc. A principios de los años 70 las esperanzas se desvanecen: las democracias languidecen en manos de oligarquías que se eternizan en el poder, sostenidas por un neocolonialismo que se hace muy patente; otro tanto ocurre en los Estados regidos por ideologías panarabistas y de socialismo árabe, y el sueño de la unidad árabe desaparece; en todas partes se aplican políticas neoliberales draconianas, crecen el desempleo y la emigración, la corrupción es general... Perdidas las esperanzas de cambio, se pierden asimismo en los países en los que aún dominan regímenes y modos de vida llamados tradicionales. Palestina, cuyo conflicto con Israel, a pesar de que afecta a una muy pequeña porción del mundo islámico, tiene un altísimo valor simbólico, parece haber sido abandonada a su suerte tras la derrota árabe en la guerra de los Seis Días y los acuerdos firmados tras la guerra de 1973. En todas partes cunde el descontento y el pesimismo, que, dado el fracaso experimentado por los movimientos políticos laicos, será capitalizado por los llamados grupos islamistas, que experimentan además un notable empuje tras el triunfo de la revolución islámica en Irán (1979).

El islamismo no pretende un retorno a los modos de vida tradicionales, sino una organización social moderna pero basada no en ideas que considera importadas de Occidente, sino en el propio acervo cultural islámico. El empuje del islamismo crea toda una moda de identidad islámica que, entre otras cosas, se manifestará en el atuendo: la barba en los hombres y, sobre todo, el nuevo velo en las mujeres. Este velo no es tradicional, sino una prenda de nueva creación que pronto se extenderá por las poblaciones urbanas. Al igual que sucedió con la desaparición del hiyab en las décadas anteriores, serán las jóvenes urbanas de clase media (a menudo universitarias) las primeras en adoptar las nuevas vestimentas.

Las mujeres islamistas con frecuencia llevan también un tipo peculiar de vestido, que tampoco es tradicional, consistente en una túnica hasta las rodillas de color sobrio y completamente cerrada, con pantalones del mismo color. El velo, sin embargo, puede llevarse con este o cualquier otro atuendo (incluidos los occidentales tipo pantalones vaqueros, etc.).

Las polémicas sobre el uso del velo en países europeos con numerosa población musulmana (Francia es el ejemplo más claro), ha suscitado numerosos análisis acerca de las razones del uso de este atuendo. Sin embargo, el fenómeno del velo es difícilmente aprehensible: su significado varía enormemente según los países, las clases sociales e incluso las personas. Su uso es obligatorio en Irán, y de ningún modo en capitales muy occidentalizadas donde, a pesar de todo, fue donde primero se extendió. Tampoco es necesariamente una imposición familiar, como a veces se ha dicho: es frecuente en una misma familia seguir el rastro del uso del hiyab a través de las generaciones: la abuela con el vestido tradicional, la madre vestida al modo europeo y la hija con el velo (a menudo son las hijas las que introducen la moda del velo en sus hogares, haciendo que lo adopten la madre y la abuela). Si bien tiene su origen en el auge del islamismo, no puede establecerse una relación directa entre el uso y la ideología o la religiosidad de la persona que lo porta. En términos generales, lo más aproximado que se puede decir es que es una moda: en los años 60 y 70 los movimientos contraculturales generalizaron en Occidente ciertas estéticas, sin que ello significara de un modo unívoco que las personas que las usaban se reconocieran completamente en lo contracultural, ni que las personas vestidas de otro modo no se reconocieran en ello. Naturalmente, la analogía no es del todo exacta, ya que el velo, frente a la estética contracultural, se ha convertido en exponente de lo moralmente correcto y existe por tanto cierta obligación social, mayor o menor según las zonas. A menudo su uso es una expresión de religiosidad personal. También puede ser fruto de cierta obligación social o familiar. En muchos casos es un signo de reivindicación cultural en un medio donde se percibe rechazo (particularmente en las comunidades musulmanas de Occidente). En muchos otros es asimismo un signo de reivindicación femenina, y ahí entronca con el significado más antiguo del hiyab: mostrar que no se es una mujer objeto (se puede comparar con cierta estética surgida del feminismo en Occidente, con prendas largas y holgadas destinadas igualmente a sustraer el cuerpo a la mirada masculina). Por último, con mucha frecuencia es simplemente un modo de vestir que está de moda.



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